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La lotería es una estafa: un impuesto sobre los sueños

La lotería es una estafa: un impuesto sobre los sueños

Quién no ha comprado algún día un billete de lotería y soñado durante horas sobre lo que haría si le tocase? Pagar la hipoteca con el Gordo de Navidad, comprarse una isla con el Euromillón, comprarse un coche con el cupón de la ONCE, son algunos de los deseos más comunes de los jugadores, aunque en ocasiones, la motivación es más dramática, y se juega con la esperanza de saldar deudas. No comprar lotería es el número 49 de nuestros consejos para ahorrar.

Una quimera

Los juegos de azar son una quimera. Los únicos que se benefician son el Estado o las empresas que les organizan. En general, las grandes loterías reparten una tercera parte de lo que recaudan, y dentro de lo que reparten hay muchas cantidades pequeñas a multitud de jugadores. Los que realmente pueden dejar de trabajar o pagar la hipoteca con un ticket ganador son poquísimos, tan pocos que la probabilidad de cambiar de vida es ridícula.

Las loterías nos venden un sueño inalcanzable, y lo triste es que muchos pican. El importe de un billete parece tan pequeño al lado de la posible ganancia que la tentación es muy fuerte. Pero es una quimera, un sistema muy parecido a una estafa.

Pongamos un ejemplo. Si reúno a 100 personas y les digo: me vais a dar cada uno 10€, y luego voy a hacer un sorteo y devolver 350€ a uno de vosotros, es muy probable que me acusen de fraude. Pues eso es exactamente lo que hacen las loterías, pero en lugar de devolver el dinero a una persona de 100, lo devuelven a una de un millón, y en lugar de 350€, prometen un premio de 3,5 millones de euros. La cantidad del premio es el cebo que nos hace perder el sentido común. Nos olvidamos de que prácticamente no tenemos ninguna posibilidad de ganar y compramos.

Han demostrado que cuanto mayor es el premio, más billetes se venden, los sorteos con más compradores siendo los famosos botes, especialmente los de la Primitiva y de Euromillones.



- ¿Por qué seguimos comprando?

Lo extraño es que a pesar de que nunca vayamos a ganar un premio suficiente para cambiar de vida, muchas personas siguen comprando cada semana sus cupones o billetes. ¿A qué viene un comportamiento tan irracional?

Primero está la tentación del premio gordo. Los anuncios están por todas partes para avisarnos de un bote de 20 millones de euros, o que ya está disponible la lotería de Navidad.

Pero si solo fuera por eso, en algún momento dejaríamos de comprar, cansados de gastar el dinero y no obtener nada. Allí es donde aparece la gran técnica de las loterías: regalar migajas de vez en cuando para que sigamos enganchados. De vez en cuando nos toca un reíntegro, y curiosamente nos sentimos felices porque la jugada nos ha salido gratis (pero en realidad no ha pasado nada). Normalmente volvemos a jugar el importe y lo perdemos, pero este ridículo logro nos ha reactivado el sueño.
Y si seguimos jugando, en algún momento nos tocará un premio de mayor calado. Nada para cambiar de vida pero algo más impactante. 100 euros, o incluso 500 o hasta mil euros. En este momento nos sentiremos los más listos y confiaremos en nuestra suerte. Pero, analizándolo, y considerando todo lo que habremos gastado antes y lo que gastaremos después, seguiremos perdiendo. Las loterías aprovechan muy bien nuestra memoria selectiva. Haga la prueba, busque a una persona que suela comprar lotería y pregúntele si alguna vez le ha tocado. Le contestará que sí, se acordará del importe, del momento, pero es muy probable que si le preguntan cuanto dinero ha gastado en su vida en lotería respecto a lo que ha ganado sea incapaz de contestar.

Sin embargo la respuesta es sencilla: si juega con frecuencia y durante un largo periodo, acabará recuperando la tercera parte de lo que ha jugado, que es lo mismo que decir que habrá perdido las dos terceras partes de todo lo gastado. Y si no fuera así, nadie organizaría loterías. Juegan con una ventaja: nos creemos más listos que los demás y que a nosotros sí nos va a tocar cuando esto depende totalmente del azar y tiene una probabilidad tan baja que ni en 1000 vidas ganaríamos el premio gordo.

Otro factor psicológico que se aprovecha muy bien en España es la envidia, especialmente para la lotería de Navidad. El propio sistema de jugar un mismo número por peñas, bares, oficinas, amigos, familias, hace que los miembros de estos grupos se sientan obligados a comprar, porque incluso los que no quieren comprar empiezan a pensar: ¿Y si les toca a los otros y a mí no? Es un pensamiento todavía más poderoso que el sueño de ganar. Claro, los otros no tienen más probabilidad de que les toque el premio, pero el miedo a ser la única persona en no haber comprado hace parecer barata la inversión. Esto hay que multiplicarlo por el número de círculos sociales en los que participamos, y acabamos gastando 100 euros cada año.



- Recomendación de Ideas y Ahorro

Desde aquí, aconsejamos no comprar nunca lotería. No olvide que tan solo tiene una posibilidad de 50 millones de que le toque el Euromillón, y para otras apuestas, si la probabilidad es algo mayor, sigue siendo inalcanzable. Si se gasta 10€ semanales en la diversas loterías, y 100€ en la de Navidad, al año está despilfarrando 620€, y durante una vida laboral de 40 años habrá gastado casi 25.000€, un importe mayor que cualquier premio que tiene posibilidades de conseguir.

No se crea nada sobre sistemas para ganar. Tampoco vale comprar en un sitio donde haya tocado ya. Los que reparten más premios son los que más venden, nada más. No caiga en supersticiones. Esto es puro azar con una probabilidad tan baja que no le hará ganar.

Y no olvide: las loterías son un impuesto voluntario sobre los sueños. Si se queja de que el Estado le cobra demasiados impuestos, ¿no debería empezar por recortar este? Porque en este caso, soñar no es gratis.

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